Una temporada en fuera de juego XXVII

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¡Ruin, subornado, mezquino, miserable, lingua di fuoco!- murmura entre sueños JD echado sobre la esterilla en medio del pasillo del autobús. Mientras despistado y somnoliento Alejandro B. toma su cuerpo por alfombrilla del baño. Ya a las puertas de Vinay, Diego, desde su torre vigía, avisa:

– ¡Levántate enhoramala, cuerpo de Dios!

Y allí un año más están esperando en el estadio Robert Vieux Melchior: Nicole, Mr. Marchand y el bueno de Yannick. Saludos de bienvenida, apéro y menú vinois. La expedición se mueve alegre tras la sobremesa, camino del parque ferroviario, donde los chicos disfrutan de los trenes y otros entregados al vino y renunciando en su poder los sentidos, no advirtiendo el riesgo en el que se ponían, que casi les atropella una locomotora diésel.

Madrugamos, y dimos con nuestros cuerpos en Vinay a eso de las tres de la tarde. Yves, ese pedazo de carne prieta, nos dijo que la hambre casi le había ganado por la mano en el morir, así que Yannick nos encomendó a l’auberge de la Noyeraie, donde tomamos le plat du jour y de postre, como no, tarta de nueces. Luego entre chanzas y risas nos juntamos todos en el antro bolístico de Vinay, cuartel general de nuestro alegre grupo. En el tiempo del aseo personal llegó la hora de la cena (pasóse la merienda en blanco). Empieza a humear la barbacoa, JD a los mandos con el mandil y el pincho parrillero, al fondo el perfil soñador del Vercors adquiere extraños reflejos verdes en el atardecer montuno. Los chicos hacen pandilla para tomar la cena, y parece que jueguen a juntar meriendas en los prados. Más serena la grey veterana ocupa las carpas y las mesas ya dispuestas para el torneo de la nuez. Algunos comemos tanto que se nos queda el cuerpo como de no haber hecho nuestras personas en tres días. Cuca, de tanto tragar, ya se perfila como modelo de fajas reductoras. Otros limpian con esmero las botellas hechos una taberna de vinos de retorno.

Y aprovechando esas primeras luces confusas del anochecer, los chicos desaparecen conducidos por el flautista de Hamelín que anda a lo columpio. Es pues hora de partir al boulodrome, en el porche mágico sigue la tertulia nocturna. Algunos ya aliviada el hambre, que no la sed, escuchan ensimismados las tribulaciones de Lingua di fuoco en la China capitalista. Mientras unos apuran el culo de las botellas para que hiciese presencia en las tripas y abultase, otros se agarran la barriga, doblando el cuerpo como si les doliera el vientre, pero de tanto que les aprieta la risa. Ahítos de champagne y comedia, los últimos disipados se retiran a los camastros de campaña, tan juntos están que parecen herramientas en estuche.

El cielo cuajado de estrellas alumbra un tímido amanecer en el valle verde. Ajetreo mañanero en el boulodrome, desayuno a voluntad, y todos bien equipados au stade Robert Vieux Melchior. El vigésimo tercer torneo de la nuez, con chicos de 5 a 12 años, se antoja emocionante, el día amanece radiante tras las lluvias, por los terrenos de juego, libres de las grandes haches, ya comienzan a corretear algunos chicos impacientes.

En vísperas de una ilusión, en el día que alguien que nos vio llegar y puso cara como de oler mierda de la punta de un palo duz, el torneo ya está en marcha, ya mis muchachos se arman de piedras, y dan tras los franceses y descalabran a dos. Allí está Iñigo, algebrista de voluntades desconcertadas, fingiendo que le ha dado mal de corazón, y llevando los suyos contra CS Grésivaudan/Belledonne. Alexis, Raúl y Fernando, en el primer envite, limpian tres delanteros de sus malditas ánimas, el balón rueda sin descanso y no hay quien no haya probado la mano en él. Jorge López echándose de bruces; Víctor Ribes saliendo de noche por la puerta del humo, o Héctor dando en la flor de lo rico a los del RC Motterain.

En el campo de al lado Juanjo propone de hacer nueva vida, y con esto, hechos amigos, vivir; en eso nuestros balones eran como el Mesías, que nunca venían y los aguardábamos siempre. En el primer encuentro el juego es más para memoria de la muerte, que para voluntades de la vida; pero Alejandro B. decía de manos y metió el dos de bastos para sacar el as de oros. Lovali XV pincho en hueso, Víctor Serradell puso cara de donde no tener más que sacar sombra; y Luis estaba tan bien parecido tanto a pie como a caballo. Superamos también el escollo de Saint Marcellin, mas de todo nos libró la buena astucia. Bruno y Sergio Puerta, que a veces parecen sombras de otros chicos, hicieron todas las diligencias posibles y luego acogotaron a los del Chartreuse RC. Mientras tanto Teo hizo un ángulo obtuso con las piernas, y que, reduciéndolas a líneas paralelas, se puso perpendicular en el suelo, el balón perdido en términos de matemáticas.

A mediodía descanso y comida bajo la carpa, en la buvette la gente trabaja para la fábrica de la sed, pero no hay memoria de agua, y menos voluntad de ella. Por la tarde otros tres encuentros. ¿Hará mella la calor y los trabajos de la mañana? Frente a Succieu Diego P-J., después de que cayó en la privada, era la persona más necesaria de la riña; y Octavio con Isma era de ver cómo tomaban la puntería. Y para finalizar su torneo con el RC Eymeux, Vicent, María y Sergio Soler aprovecharon el movimiento remiso y dieron con el balón en la línea de cal pegada a la tapia de un bonito jardín.

SC Royaunais llevaba gran provisión de cartones de lo ancho y de lo largo, pero Carlitos y Víctor Escallé allí se echaron de bruces haciendo razón. A Liam, que por un momento se le desconcertó el reloj de la cabeza, acabo empinado sobre la frente. Pepe y Javi, aun cometiendo más faltas que una preñada de nueve meses tiene, jugaron con palos ni diablos. Al final del torneo no nos podíamos acercar a Manu Ortiz, ni con un palo, porque daba calambres.

Desde el remolque hecho cadalso se reparten los trofeos, de nuevo logramos el premio al fair-play, y luego un tercer tiempo agasajo del US Vinay, y pensamos ya en regresar al año que viene; después de tan estupendo viaje no hay cosa en todos nuestros cuerpos que no haya sido otra cosa y no tenga historia.

El autobús ya se aleja, y nosotros nos quedamos dando gritos y moviendo mucho los brazos. Convidamos a Yannick y su mujer a café, y nos llevan a un bistrot cerca de la iglesia y el hôtel de ville. Y mira por donde nos encontramos a uno de Moncada y dos de Picassent, que habían venido a Vinay a hacer fortuna, y al café le añadimos cazalla del terreno.

Llega la hora de recogerse al hostal, suena el teléfono de Juanjo.

– Es Mackie-señala Juanjo.
– ¿Estáis todavía en Francia?
– Sí, regresamos mañana. ¿Y tú?
– Yo también.
– ¿Cómo te ha ido por Najac?
– Bastante bien, creo que se solucionó el asunto, ya os contaré en Valencia.
– Venga, buenas noches Jaime.
– Hasta pronto Juanjo.
Continuará (…)