Una temporada en fuera de juego XIX

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‘-Dinos la contraseña si quieres pasar a la zona vip – me suelta Eric Mata, que se ha erigido en cabecilla en el fondo del autobús, o rincón de los malotes.
-¡Viva el salvaje oeste! – le digo con ánimo resuelto y cierto tono de seguridad, para causar más efecto de autoridad y pertenencia al grupo rebelde.
-Vale puedes pasar.

A JD y a mí no nos ha quedado más remedio que unirnos al grupo de los malotes para sobrevivir en la parte trasera del bus, castillo de popa donde cunde el desorden y la violencia. Justo en los asientos contiguos están los amiguetes de los malotes, los cuales ansían entrar en el grupo de los elegidos, pero de momento se les prohíbe el paso. Para ello muestran su lado más perturbador y peligroso, e intentan por todos los medios asaltar el fuerte, reptando bajo los asientos o saltando directamente engarbolándose por lo alto de las butacas.
A continuación está el grupo de los que se portan bien o también conocidos como »frikis», que van justo delante de la gente normal, o sea la mayoría de los padres, salvo Rafael que no se ubica, anda entre los frikis y los amiguetes de los malotes. En la avanzadilla del bus, junto al chófer, santo varón de infinita paciencia, las mamás con algún tierno churumbel miran la televisión.
Tom tranquilo en su asiento observa por la ventanilla el paisaje español como en la pantalla de un cinema obsoleto, de repente despierta de sus ensoñaciones y es atraído por el griterío y el baile del fondo del bus, ve a su amigo Jim, paladín de los amiguetes de los malotes, porfiar contra Ibu, los Mascas y Víctor Ribes por entrar en el paraíso de los sin alma. Y decide echarle una mano, sin sospechar que pertenecer a la escoria del bus es contagioso. No sé sabe porque Tom tiene cierto predicamento entre los malotes, y es aceptado en la asociación delictiva de inmediato, por consecuencia un friki converso es peor que el original malote. Jim es ahora su enemigo irreconciliable, y este herido en su amor propio, como por arte de birlibirloque, aparece junto a Nacho Martí, otro recalcitrante amiguete de los malotes, tras la última fila de asientos donde no queda hueco más que para la luna trasera y el cuerpecillo de algún duendecillo travieso. Los malotes al verles en tan franca posición reanudan la caza y la pelea prosigue dulce y fascinante en el fondo de la guagua.
Y ya Cuca, siempre atenta, nos avisa del próximo descanso en el hotel-parador Moya; ya la chiquillería abandona el bus en tropel, fuera el viento y la lluvia arrecian. Al bajar JD y yo apartamos al descuido los restos de la bacanal: chuches y golosinas, desperdicios varios, un zapato, unos calzones, unas bragas, un sostén…

-No sigas JD.
-Regarde Albert, eso parece una boñiga.
-¡No jodas JD! Hay que avisar al chófer y limpiar todo esto – le apremio con suavidad.
-Hay más, mira mechones de pelo, y rastros de sangre y mocos en los asientos.
-¿Y aquello cerca de la escalerilla?, parece un trozo de oreja y unos dedos con uñas pintadas.

Les doy una patada con disimulo y nos vamos al bar. El bueno del chófer nos intenta convencer que son cosas de niños, que no pasa nada porque se diviertan un poco en el viaje, lo que yo decía, un santo varón.
Después de unas cuantas rondas de botellines con los del otro autobús, JD y yo nos vamos a la terraza a fumar des cloppes americaines, y se nos arrima el jefe del parador, un trasgo gruñón y enfadado.
-Han visto ustedes esa panda de salvajes…sí los que iban de verde, que comportamiento, que descaro que desfachatez.
Nosotros asentimos con la cabeza y algún monosílabo, y nos despedimos antes de que descubra que también formamos parte de la banda alborotadora. En el último tramo de camino al Foro acabamos de visionar, ente la algarabía que no cesa, Tadeo Jones 2, previamente echaron en la tele Piratas del Caribe (secuela número no recuerdo) y Pixels, peliculones para el público infantil. A pesar de dar varias vueltas turísticas por Madrid, alcanzamos el albergue de la Casa de Campo sin contratiempos, y aunque la jauría infantil seguía en estado dulce de excitación conseguimos que se acostasen a tiempo, y algunos adultos acabaron platicando en el porche alrededor del cubo azul de las cervezas.
Al día siguiente desayuno de picnic a la fresca y nos vamos a Alcobendas. Meteorológicamente el día parece incierto, pero toda la jornada nos acompañará el frío y sobre todo el viento. Así que los chicos andan todo el rato sudadera fuera sudadera puesta. Nos ubicamos en los terrenos de juego, junto a los S-8 de Monty, Mathisse partió más lejos con sus S-12 y no les vimos el pelo en todo el torneo.
Nuestros equipos del RCV LF, el B compuesto por mayoría de malotes y el A por amiguetes de los malotes más dos chicas dicharacheras, dejaban su impronta en el festival de rugby. Los del equipo B venían del viaje bien adiestrados en el combate cuerpo a cuerpo, lo que se delataba en el campo de juego pues acudían como moscas a la mierda para disputar el balón, y descuidaban lo ancho y la retaguardia. Pero a pesar de ello solo se les resistió, y por la mínima el San Cugat, merced a un jugador dominante que les hizo la puñeta. Por ejemplo contra el Cisneros emplearon la táctica de la defensa numantina, fueron todos a una como en Fuenteovejuna. Y acabaron a pesar del frío y los minutos de juego acumulados derrotando a cada quisque: Burgos, CRC Pozuelo, Hortaleza, Alcobendas, Getafe… Este equipo estaba compuesto por: Alexis, Víctor Ribes, Octavio, Eric, Ibu, Jorge López, Vicent, Manu, Sergio Soler, Fernando Martínez, Raúl, Diego Pérez-Jorge y Tom.
El equipo A se vio en varias ocasiones condicionado por su chico gabarit, pero eso no impidió que dejaran destellos de buen juego en cada uno de sus partidos, desde el comienzo contra Paracuellos del Jarama hasta con el Getafe, el Sanse o los poderosos holandeses del Haagsher. Lo mejor del torneo frente al VRAC B, en igualdad de fuerzas demostraron buen criterio en el juego, valentía en el ataque, arrojo en la defensa y determinación a la hora de ensayar. El equipo estaba formado por: Óscar, Carlos, Pablo, Nacho, Adriana, Sergio Puerta, Alejandro Benedito, Sergio Juan, Jorge Herrero, Luis, David Prior, María y Jim. Fran comando al equipo B, Miguel Ángel al A, Cuca y Ricardo oficiaron de estupendos delegados de campo.
Ambos equipos sufrieron el mal tiempo y la demora en el desarrollo del torneo (nuestros estimados acompañantes también), lo que causo momentos de desaliento, a los que supieron sobreponerse con gallardía. Tras la entrega de medallas y la ducha reparadora, de vuelta al bus.
Esta vez directamente a JD y a mí nos adjudicaron plaza de preferencia ente los malotes, no esperábamos menos después de soportarlos todo el viaje, a la vuelta la escabechina fue menor, pero más de uno quedo descuajeringado. Ayudo algo a sobrellevar el viaje las obras maestras del séptimo arte: ¡Canta! y Emoji, cuyo argumento y desenlace se puede resumir en que él se muere, ella se vuelve loca y el mogollón se lo lleva el otro.
Ya se atisban las luces de Valencia, desde el fondo del autobús se oye un grito desgarrador: -¡Socorro!, seguido de un silencio sepulcral, miro a JD, no es él no soy yo, no hay piedad, que se muera.

Continuará (…)