S-10. Jornada 10-05-014.

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Toma el balón y corre. (Jornada final de los Juegos Municipales).

Buenos días desde el ingenio de la historieta. Woody Allen hubiera titulado esta postrera jornada de liga: Toma el balón y corre; y eso mismo debió decirle ese amigo bromista, al farsante de W.W.Ellis, antes de que le endosaran una corbata de doble nudo, o le cazaran con un tripping (zancadilla), al mejor estilo del rugby moncánico de monseñor Beltrán.
Esta temporada la atribulada competición nos llevó, este soleado sábado de primavera, a jugar una última jornada en dos frentes, dos competiciones: oro y plata. Y tengo que advertir a los que no están acostumbrados a presenciar este tipo de manifestaciones deportivas, que no es un juego para pusilánimes. Nuestros jovencísimos jugadores son auténticos monjes guerreros, humildes y aguerridos en el terreno de juego, cuyo lema es: reza y pelea (ora et pelea).
Así es que en esta calurosa mañana emprendieron nuestros audaces amigos una cruzada contra el juego aburrido, la limpieza en las melés abiertas y los abusones del balón.
Los encuentros deportivos se celebraron junto al lecho seco del río, y a las primeras de cambio ya estaban disputándose el balón las huestes del CAU y los jóvenes soldados del cenobio. Si nuestros jugadores se aplican con fruición en el toma el balón y corre, los del CAU son especialistas en limpiar con esmero los rucks, pero también son legión en sus filas los buenos corredores. En los primeros minutos de fuerte concentración en el juego, el partido está igualado, pero pronto a pesar del gran esfuerzo en defensa, el CAU asesta varios golpes dolorosos, y comienza a decantar la batalla a su favor.
Gonzalo ha tomado el mando en las maniobras, relevándose con el indomable Matheo, aunque estos grandes jugadores se hayan visto superados en ocasiones por el empuje contrario. Ante las situaciones adversas el que nunca se resigna es Alex, y con el ceño fruncido se lanza desesperadamente al ataque; sin tanto ardor pero con mucho estilo y rapidez, Mario y Vicente son magníficos atacantes, hoy privados de espacios francos para escapar. En tareas defensivas todo el mundo ha tenido que emplearse a fondo, si colectivamente se ha fallado a veces, José María e Ivanchut han destacado por sus prestas acciones en el campo contrario.
Mediado el encuentro parece que el desánimo hace mella en las tropas del RCV, el duro enfrentamiento no deja muchas ocasiones para disfrutar de un juego más volante.
Ante las situaciones comprometidas todos los compañeros de juego esperan el compromiso de los grandes campeones: Javi y Sergio han bregado incansablemente tanto en la trinchera, como en campo abierto, intentando romper las filas enemigas. A veces la fuerza y la insistencia no son suficientes, hasta que surge la audacia del atleta, y Pablo, a grandes zancadas, corre hasta el final con éxito. Pero quizá es demasiado tarde, pasa el tiempo y la diferencia parece inalcanzable. Pero poco importa, hay jugadores como Mateo Urios o Samuel que han arrimado el hombro sin escatimar esfuerzos, tanto como Rubén y Manuel siempre entregados en la lucha por el balón.
A la suerte del volapié, el CAU se lleva el partido, sin concesiones.
Pero sin espera apenas, sigue el juego, empezamos de nuevo, ahora toca les Abelles un contrincante musculoso, que siempre presenta noble batalla. Nada más empezar les Abelles se hace con un balón suelto de rebote y marca. Cuesta zafarse de la presión que ejerce el contrario, pero poco a poco los relanzamientos de Javi, las embestidas de Sergio y las cabalgadas de Pablo, junto al empuje y la tremenda labor defensiva de todo el equipo consiguen doblegar al rival y resistir al último empuje de les Abelles.
A la postre todos contentos, nuestros monjes soldado saben que ganar no es lo mejor, si no divertirse en franca amistad.
Después de la competición áurea, llega el no menos brillante torneo argentino. Aquí los jóvenes y noveles jugadores se van a enfrentar a duros rivales como el Tatami y el CAU.
Pero tras largos días aferrados al duro banco de galeras, sufriendo estoicamente las embestidas de un mar de aguas procelosas, cautivos del caprichoso rebote del balón ovalado y la tiranía de los brutos, al fin redimidos por los hermanos trinitarios, nuestros monjes soldado, han demostrado que no temen a nada y a nadie; y aún sufriendo las cornadas del contrario y sin haber conseguido del todo domesticar el oval, se han empleado con alegría y sin temor en el desenfrenado e impetuoso juego del rugby.
Cuanto descaro, cuanto esfuerzo que nunca fue en vano, que inocente audacia, que contento el admirar a nuestros jóvenes campeones corretear por el campo de juego. Conscientes o no de sus menguados recursos han jugado como equipo, con ayudas mutuas en defensa, pasándose el balón buscando siempre al compañero en mejor franquicia.
Como no rendirse ante el atrevimiento de Luisón, la perseverancia de Sebas, la frescura de Manu, el temple de Héctor, o el descaro de Carlos. No podemos más que llevarnos el sombrero ante jugadores como Luís, Arnau, David Marco o Juancho, ejemplos de osadía, arrojo y determinación.
Aunque el rival por fuerza o velocidad consiga el premio del ensayo en más ocasiones, ahí están Pau que siempre demuestra ingenio en el manejo del balón, el temerario David Meis un sorprendente jugador, o Hugo que puede desafiar a gigantes y murallas, y cuando todo parece fallar aparece Dany, inasequible al desaliento.
Después de pasarlo de lo lindo corriendo por el campo, toca volver a casa y soñar en la cama mullida con ese balón, que no se escapa, y que llevamos, sorteando a todos los contrarios, hasta la línea de ensayo. La temporada llega a su fin, pero la aventura del rugby sigue siempre tan divertida.
¡Entrena con ganas, y sé fiel a tus amigos!