Las fabulosas crónicas de la historia del rugby – WILLIAM WEBB ELLIS NO TOMO LA PELOTA.

Archivos

Archivos

Buscar

Buscar

WILLIAM WEBB ELLIS NO TOMO LA PELOTA.
En el muro del colegio de Rugby está grabada una inscripción que reza así: Esta piedra conmemora la hazaña de William Webb Ellis quien, con gran menosprecio por las reglas del fútbol de su época, fue el primero en tomar el balón en sus brazos y correr con él, creando el rasgo característico del juego de rugby. A.D. 1823.
Resulta que esta inverosímil versión oficial se la debemos al testimonio de un hombre de ley de Rugby: Matthew Bloxham, testimonio recabado de oídas, pues en 1823, hacía dos años que había dejado el colegio.
En cambio Thomas Hughes, autor de Años de colegio de Tom Brown, declararía a los investigadores en 1895: Durante mi primer año, en 1834, correr con la pelota no estaba totalmente proscrito, pero un jurado de antiguos alumnos habría pronunciado seguramente un veredicto de homicidio excusable, si por ventura a un jugador le hubieran matado corriendo hacia delante de esta guisa. La práctica se desarrolló y fue cada vez más tolerada y aceptada en los años 1838-1839. El rasgo característico al que se refiere la placa conmemorativa podía arrastrar a la muerte sobre el terreno de juego.
Teniendo en cuenta que el rasgo distintivo del juego existía en Rugby desde el final de los años 1830, es de justicia hacer mención a Jem Mackie, joven de Newton Stuart-Escocia, rápido de carrera y de anchos hombros, quien jugó un papel esencial en la adopción de la regla permitiendo correr hacia delante con la pelota en las manos. Era desde entonces posible desafiar al contrario y no rodearlo, los otros gestos: el placaje, el pase y el mismo fuera de juego, atisbado desde el comienzo del decenio 1830, se suceden uno tras otro.
Podemos decir pues sin ánimo de menoscabo, que el papel innovador de W.W. Ellis en el juego del football rugby pasó totalmente inadvertido a sus camaradas colegiales, mientras en el cuidado césped del gran terreno del colegio de Rugby se ejercitaban fogosamente con la pelota. El juego de la época consistente más bien en gigantescas mêlées y tumultuosas carreras tras el balón, daba paso, en los encuentros entre colegios o universidades, al ritual postpartido: El tercer tiempo, banquete de confraternización en el que los jóvenes cristianos musculados de entonces acababan tras los excesos paganos al uso, con andares tambaleantes y discursos traicionados por una lengua pastosa, todo ello en ese ambiente puritano e hipócrita de la época victoriana imperante. Así no es de extrañar que como distracción y pretexto para festejarse y beber W.W. Ellis y sus camaradas se ejercitasen con gusto en este brutal juego del rugby