las fabulosas crónicas de la historia del rugby – LOS ALL BLACKS.

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LOS ALL BLACKS.

Una entre otras manifestaciones de la potencia del rugby de los Kiwis, es la triunfal gira de 1905-1906. En otoño de 1905 llega a Europa la primera formación verdaderamente representativa del País de la larga nube blanca. En 1888 un equipo de mayoría indígena maorí visitó las islas Británicas, pero nunca hasta ahora los mejores jugadores de las colonias han venido a desafiar a los británicos sobre su propia yerba. Es esta gira, una devolución de cortesía de la visita que en 1904 realizó en suelo neocelandés un equipo oficial compuesto por jugadores de las Homes Countries, sin mucho éxito por cierto.
Los neocelandeses reciben a su llegada a Inglaterra un apodo: los All Blacks. Se desconoce su origen, pero la evidencia no deja lugar a dudas. Los neocelandeses son así llamados porque su uniforme es completamente negro. Desde 1893 la N.Z.R.F.U., eligió este color a iniciativa de uno de sus maorís internacionales, Tom Ellison. Y la exposición de varias camisetas en museos del rugby: el de Bobby Deans del Cardiff Athletic Club, o aquellas más numerosas del New Zealand Rugby Museum de Palmerston North, lo corroboran.
Los rugbymen británicos esperaban a los viajeros con alguna condescendencia. A. F. Harding, internacional galés que había hecho la gira en 1904 a las Antípodas, declaraba con solemnidad: Deberían perder la mitad de sus partidos. No pienso que lleguen a ganar a los equipos de los mejores condados, ni a aquellos de Swansea, Cardiff o Devenport Albion.
El equipo de Nueva Zelanda constituía una fidedigna imagen de su población: tres empleados de fragua, tres empleados de oficina, tres ricos agricultores, dos granjeros, dos zapateros, dos empleados de una conservera de carne, un agente comercial, un panadero, un abogado, un tornero, un fontanero, un director de fundición, un impresor, un carpintero naval, un transportista, un empleado de obra civil, un carpintero y un jugador de empleo indeterminado. De los 27 jugadores, sólo Eric Harper había frecuentado un establecimiento de enseñanza superior.
Tras un viaje en barco de 42 días, los neocelandeses llegaron en setiembre de 1905 al Reino Unido y se instalaron en Newton Abbot.
Un periodista que asistió al primer entrenamiento de los All Blacks, antes del encuentro inaugural frente al Devon, vencedor del campeonato de condados de la temporada pasada, pronosticó la derrota inevitable de los visitantes: no se habían aplicado de manera alguna en los intentos de drop-goal. Es cierto los All Blacks no marcaron ninguno. Pero ante el estupor general, consiguieron la victoria por 55 a 4. Para los vencidos 4, sí un drop-goal.
El Reino Unido acoge a los visitantes con interés y a veces incluso de forma calurosa. Son recibidos en las estaciones de tren por los alcaldes, tiendas y escuelas cierran a su paso, para que todos puedan acudir a los estadios. Personajes notables asisten a los partidos. El entusiasmo popular acompaña a los visitantes y los espectadores llenan los estadios para ver a los All Blacks, sobre todo en el País de Gales.
Bien es cierto que no todo fueron buenas acogidas, por su parte la Scottish F.U. recelaba desde el principio de la gira de los neocelandeses. Aspectos financieros de la expedición supuso la reprobación de la S.F.U., aunque lo manifestó al término del viaje, todo el mundo estaba al tanto. Manifestaron su desaprobación en cuanto a los acuerdos económicos y garantías a las cuales habían accedido los neocelandeses con las federaciones inglesa, irlandesa y galesa, respecto al reparto de los beneficios: un porcentaje y una garantía económica como seguro. La no aceptación de un acuerdo similar hizo perder mucho dinero a los escoceses que quedaron como unos tontos. Además reprobaron que la R.F.U., responsable de la visita, pagara 3 chelines diarios a los All Blacks, como dinero de bolsillo (algunos de los más adinerados de la expedición ayudaron económicamente a sus compañeros).A los ojos de los tacaños escoceses eso hacía de ellos jugadores profesionales.
Los jugadores de las Antípodas sintieron como una herida la fría acogida. Pues aunque representantes de su país, en muchos All Blacks corría por sus venas sangre caledoniana.
A pesar de ello la gira fue un largo triunfo deportivo, muy largo, demasiado largo para los británicos. La letanía de victorias comprende un 63 a 0 contra la selección de Hartlepool y un 40 a 0 contra Yorkshire. Las gradas manifestaban a veces su mal humor. Rechazando la superioridad neocelandesa, algunos espectadores pusieron en duda la lealtad del juego de Dave Gallaher, el capitán kiwi. Jugando como un tercera línea desligado del paquete de delanteros, introducía la pelota en la melé y permanecía a la altura de los pilares. El medio de melé recuperaba la pelota tras los pies de sus delanteros y la pasaba a los tres cuartos. Esta novedad táctica confundía a los británicos. Suponían probablemente que Gallaher, impecable deportista, incurría en falta de obstrucción, molestando la subida defensiva del adversario. Pero en fin, la estratagema era legal, ya que no estaba prohibido. Esto nos hace recordar a otros astutos capitanes All Blacks, sin ir más lejos al reciente Ricky Maccaw.
Después de 27 encuentros, o sea 27 victorias, los All Blacks se enfrentaron al País de Gales en su antro de Arms Park. El encuentro del 16 de diciembre de 1905 suscita todavía una polémica que hoy en día sigue abierta. Los galeses se llevaron el partido por los 3 puntos de un único ensayo a 0. Pero el árbitro anuló un ensayo a Deans, con una posible transformación posterior.
Esta fue la única derrota de la gira, que prosiguió por tierras francesas y americanas. Los neocelandeses se colocaban de entrada, entre los mejores practicantes del mundo. Y como consecuencia, una pasión acrecentada de los kiwis nacía por un deporte que les permitía afirmar su identidad. Tras la gira, ser neocelandés, se convirtió en sinónimo de buen rugbyman. Los franceses cuya selección nacional se enfrentó a los All Blacks el 1 de enero de 1906, sintieron una admiración temerosa delante de los jugadores de negro, que las posteriores victorias no han conseguido disipar. Los pueblos del Imperio reconocieron si no la superioridad, sí al menos la excelencia del rugby de los kiwis. Y los neocelandeses se encontraron más fortalecidos.