Luis de la Cuadra, El Mago / Lacroix
No me hubiese imaginado nunca estar escribiendo estas líneas sobre el bueno de Luis.
Conocí a Luis en el año 1972. Yo jugaba entonces en el XE-15 y Luis, después de finalizar sus estudios de arquitectura entre Barcelona y Madrid y haber jugado al rugby con el Colegio Mayor Cisneros, volvió a Valencia y se enroló en el mismo equipo.
Hasta entonces el rugby en Valencia era muy disputado, pero totalmente provinciano, dentro y fuera del campo, y sin apenas conexiones de ese deporte de otras latitudes. En los siguientes años se iba a producir un vuelco total en esta situación. Al Rugby Club Valencia volvieron, después de una fructífera estancia de un año en el rugby francés, Gabi Albors (Carioco) y Paco Soler (El Orejas) aportando revolucionarias nuevas técnicas de entrenamiento y de juego. Al poco tiempo se incorporó Nick Evans con una técnica individual a años luz de lo que por aquí conocíamos y un desarrollo de jugadas que aún perduran en el primer equipo. También aportó una idea de club hasta entonces desconocida para nosotros y que entre otras iniciativas llevó a la creación del Cent i Ratlla.
Al XE-15 llegaron a su vez jugadores de Madrid que habían jugado a gran nivel, selección española incluida, como Pichó, padre de un exjugador de Abelles, Pepe García de la Cuadra y Piñeiro (campeón de España con el Canoe).
Luis aportaba la camaradería aprendida en un Colegio Mayor, un conocimiento mucho más profundo del juego en equipo y, sobre todo, una entrega total dentro y fuera del campo. Esto último fue su divisa durante toda su vida, que le destacó de los demás y que nos enseñó a todos.
Como jugador no era el más grande, no era el más fuerte, ni mucho menos el más rápido (aunque Pepo Tormo no le aguantó el pulso en una apuesta en una carrera de 20 metros), pero su enorme entrega le hacían imprescindible en cualquier alineación.
Cuando el Rugby Club Valencia ascendió a segunda nacional, la primera oportunidad de un equipo valenciano en la historia, varios jugadores de distintos equipos nos pasamos al Valencia para entre todos intentar conseguir la permanencia. Luego las metas fueron más y más ambiciosas, como todos conocéis. Jim y García, del Tatami; Maeso y Ramón, del Moncada; y Javier Gallach y yo, del XE-15, fuimos los que nos incorporamos el primer año, ilusionados con unos niveles de juego superiores y unos entrenamientos totalmente distintos.
En los años siguientes se incorporaron Luis de la Cuadra, su hermano Suso, mis hermanos Miliki y Marilin y la saga de los Flechas, Fino incluido. El goteo de jugadores que se querían incorporar fue constante e innumerable, todos atraídos por las nuevas formas de entrenamiento, juego, resultados y funcionamiento del club.
Como era de esperar, Luis aportó toda su energía, en el campo y fuera de él, además de su compañerismo y amistad. Jugó la final de Copa del Rey del 79 que perdimos 26-14 contra su antiguo equipo, C.M. Cisneros, en donde jugaba Maeso en esos momentos.
Por motivos profesionales, Luis se fue a trabajar a Denia, en donde montó su estudio pero siguió en contacto con el Club llegando a ser su entrenador una temporada. Desde su etapa de jugador, su sacrificio fue enorme; vivía en Denia y venía a Valencia, a cambio de nada, dos veces por semana, y los fines de semana si jugábamos en casa y no había desplazamiento. En aquellos momentos no había autopista y arribaba a su casa muy pasada la media noche.
En Denia fundó el club de rugby en donde ha sido de todo: presidente directivo, jugador, entrenador y financiador. Todo, como siempre, por amor al arte.
Empezó a jugar partidos de veteranos y ahí coincidimos intensamente también, con viajes al Reino Unido, Francia, Italia, Portugal, Madrid e incluso EEUU, en donde estuvimos jugando en Nueva York y en Boston contra la Universidad de Harvard (ganamos por supuesto).
Él, por su parte, se incorporó con sus amigos escoceses a las giras que hacían los de Harvard, con los que recorrió el mundo. Y nunca se perdió. Incluso en alguna ocasión, dejando al grupo de lado, llegó el primero al punto de encuentro (Milán, Cardiff, etc.). De ahí que todos sospecháramos que él, y no el ejército EEUU, inventara el GPS.
Hemos estado con él en partidos de las Seis Naciones en cada uno de los países, siempre en compañía de jugadores del Club de muy diferentes generaciones, de ahí su gran popularidad entre todos los estratos geológicos del Club.
Charlatán ameno (mil anécdotas que tenía), irónico, nunca hiriente, gran amigo de sus amigos, que eran todos por todos los sitios que ha pasado, Luis no ha dejado enemigos en esta vida. Vida familiar plena.
Es de esos amigos que sabes que, aunque no lo veas en tiempo, siempre lo tienes ahí.
Y ahora… no lo tendremos.
Es una pérdida enorme para el rugby valenciano, para veteranos de medio mundo, para sus innumerables amigos y sobre todo para su familia.
Siempre lo recordaremos.
Javier García del Moral Betzen