Crónica viaje a Tarazona.6/7-06-015.

Archivos

Archivos

Buscar

Buscar

En el país del Cipotegato.

Buenos días desde la máquina de pergeñar crónicas. El sábado 6 de junio un reducido grupo de audaces veteranos se fueron a tierras aragonesas para corresponder a la invitación del club de rugby del Seminario de Tarazona, que cumplía 50 años. 50 años en un lugar recóndito, frontera de reinos en el valle del Ebro, enclave que linda con Castilla-león (Soria), la Rioja y Navarra. Tarazona, ciudad histórica y monumental, atravesada por el río Queiles al pie de la sierra del Moncayo, cuya majestuosa cumbre domina toda la comarca; y donde cada 27 de agosto recorre sus tumultuosas calles el Cipotegato.
Tras una parada para comer en Cariñena, llegamos a Tarazona. Nos hospedamos en el seminario diocesano que vio nacer, al amparo de los curas, el club de rugby, hace ya medio siglo. Después de instalarnos y descansar un poco nos vamos al campo a jugar. Las instalaciones deportivas de césped natural se encuentran junto al seminario, aunque hace un calor asfixiante, nos preparamos para el primer encuentro. Los jugadores veteranos del Tarazona nos agradecen el esfuerzo por acudir a la cita, teniendo en cuenta que somos los únicos que respondimos a su invitación, pues hay que señalar que su invitación responde a que nuestro club inauguro su campo de juego en 1979 en la final de la copa del Rey junto al Cisneros R.C. Y nosotros nos disculpamos por acudir con tan magro conjunto desde Valencia, quince jugadores de los cuales 3 seniors de juventud envidiable, 4 magníficos fichajes de los veteranos de Castellón y el incombustible Pingüi del Estudiantes UPV. Luego acudió nuestro amigo y compañero del club Drupi, en helicóptero desde la vecina Rioja; e incluso otro colega del Estudiantes, Santi Perufo camino de Durango, se apeó para echarnos una mano, gesto espléndido y generoso que agradecemos. También colaboraron al menos 3 o 4 jugadores del Tarazona, que se prestaron desinteresadamente a jugar con nosotros, ya que además Jorge se lesiono al poco de empezar el primer encuentro, y Germán nuestro jefe expedicionario, fue forfait de última hora.
Jugamos dos partidos de 20 minutos, contra su equipo senior, en el que cosechamos una honrosa derrota, y después contra los veteranos a los que vencimos con mucho trabajo. Ya saben que en cuanto a lo deportivo los partidos de veteranos no dan mucho de sí, pero cabe destacar que no hubo lesionados, que a veces se llegó a jugar con alegría, sobre todo gracias a la aportación de los amigos de Castellón, tan alegres dentro y fuera del terreno de juego; en el segundo encuentro Iñigo hizo su debut de medio melé organizador y Germán supero su dolor para luchar ardorosamente. Y cabe reseñar que, sobre todo en el segundo partido (quizá por efecto del cansancio) estuvimos excesivamente protestones y peleones, colaborando muy poco con el atribulado árbitro. Tenemos que darnos cuenta que llegado el momento en el rugby se cierran las puertas de un juego genuino, para abrirse otras puertas en las que gozamos de nuevas amistades y otra diversión menos “atlética”.
Junto a los nuevos amigos de Tarazona hubo poses para fotos varias, himno local y homenaje a los fundadores del club, pues un club que ignora su pasado no tiene futuro. Después de la ducha reconfortante y el tercer tiempo a pie de campo, nos trasladamos en autobús al pueblo encantado de Grisel, para disfrutar de la cena y fiesta posterior. Algunos nos recogimos a una hora prudente, tras un paseo bajo el cielo estrellado y a merced de los lobos de la Sierra; otros los menos siguieron la fiesta descubriendo el ambiente nocturno de la capital comarcal del Moncayo.
Descanso reparador en el austero seminario, y por la mañana, solo para un pequeño grupo de elegidos madrugadores, visita guiada a cargo de uno de los árbitros, maño franco y entrañable. Regreso directo a Valencia. En la despedida apretones de mano y abrazos, y conchabamiento para posteriores citas de rugby añejo, en el que la felicidad de ahora es parte de la felicidad y el sufrimiento de entonces.
Gracias a todos por compartir este viaje, gracias al Chori, Mangrano, Tomás y Scooby; a Santi Perufo, al Pingüi; a Drupi, a Germán; a Yves, Carlos y Pablo; y a todos los componentes, jóvenes y veteranos, del club de rugby Seminario de Tarazona.
¡Viva los Veteranos!