Una final de oro.
Buenos días desde la máquina de pergeñar crónicas. Una mañana soné que soñaba. Y soñaba que ganaba. Que ganaba una medalla de oro.
Un cielo plomizo se cernía sobre nuestras cabezas, el día era lluvioso de una rara luz metálica, que añadía, si cabe, más épica a la epopeya más grande jamás contada.
Está es la historia de los chicos más valientes que conozco: Había una vez dos entrenadores flacos que se aburrían manoseando un balón, de tanto que lo hicieron este se volvió como un huevo. Entonces lo tomaron con las manos, y se lo pasaron corriendo y saltando. Y así recorrieron caminos, campos y bosques, y dejaron atrás pueblos y ciudades.
Una vez que pasaban por un prado vieron a un pastorcillo jugar a pillar con las cabras, y le llamaron: – ¿Cómo te llamas? -Me llamo Alejandro, y me gusta bailar. -Pues ven con nosotros, y te lo pasarás bien. Y se fue con ellos.
Al poco se toparon en el camino con cuatro chicos que hacían carreras, y cada uno era tan rápido como los otros.- ¡He chicos! ¿Queréis jugar con nosotros? Tenemos un balón. – De acuerdo, dijeron todos. Y así Alex, Mario, Arnau y Vicente se unieron al grupo.
Mientras atravesaban un bosque frondoso se encontraron con tres muchachos que rodaban por tierra como croquetas: -Vamos dejad de rular, y venid con nosotros. Bruno, Pau y Didac se levantaron del suelo y se fueron con ellos.
Cuando todavía no habían abandonado el bosque frondoso, vieron a dos fuertes muchachos que arrancaban árboles con sus propias manos, y se comían los frutos de las ramas: Emi y Ximo, sin mediar palabra, se fueron tras el grupo alegre de chicos.
Sigue su camino nuestra cómica pandilla, y junto a un río aperciben a unas bandas de chicuelos en plena pelea de cantos rodados. -¡Cuidado que os vais a descalabrar! Les gritan nuestros amigos. En estas peleonas bandas hay dos cuadrillas: la de Gonzalo, con Guillermo, Héctor, Asier y Axel. Y por otro lado la cuadrilla de Juancho, con Nacho, Luis, Manu, David, Héctor Taja y Carlitos. Pero de entre todos, los que llevan la voz cantante son: Gonzalo chico, Oscar y Germán. -¿Queréis uniros a nosotros?
-¿Habrá pelea? Pregunta Luis. -Por supuesto, contesta Arnau.
Así que todos juntos abandonan el lugar, cuando de repente de lo alto de un árbol salta Rahul y se une a la banda.
Pero cuando todavía no habían llegado al siguiente pueblo, junto a un campo de girasoles, aparece una linda muchachita y cuatro enanitos. Elena toma de la mano a Pablito, Hugo, Héctor el Botitas y Alejandro Remolino, y se van siguiendo a esta andarina cohorte. Este equipo no tenía nombre, y decidieron llamarse Rugby Club Valencia, pues sus entrenadores habían jugado en ese club; y adoptaron como mascota al Mono Tecni.
Una vez reunida esta entusiasta grey, se dirigieron todos al lugar llamado Moncada, donde habitan los temibles gigantes moncánicos. Los gigantes se los querían comer, pero ellos con astucia y rapidez se deshicieron de ellos, y se fueron en busca de nuevas aventuras.
Cada semana se entrenaban, como Aristóteles en el Liceo, para jugar mejor.
Unas veces era fiesta, como en Navidad, en otra ocasión pelearon como leones para salvar el peligro. Y un día junto al río celebraron unas justas medievales como príncipes del rugby (ese es el juego que más les gusta practicar).
Su estilo de juego es grácil, borracho y chispeante. Pero siempre tienen la compañía y el apoyo incondicional de sus Papás, por eso juegan tan bien.
Otro día decidieron ir cerca de la playa a jugar, y luego comieron en la barraca del tío Pepico, y atravesaron las aguas de l’Albufera en un barco.
Ellos siempre supieron que son los mejores, y según el Papá de Germán también los más guapos. En medio de un huracán en Denia, se citaron con sus amigos de la Vila, excelentes jugadores y mejores colegas del rugby.
Si el juego se les queda corto, lo reanudan tras el tercer tiempo, reunión que nunca perdonan.
Otra de sus fantásticas aventuras fue jugar como los duendes en la Ciudad Esmeralda del rugby. Y una vez en carnaval jugaron disfrazados.
Pero una de las mejores aventuras fue partir en un barco pirata, a jugar a la Vila. Hay veces que los valientes chicos son sobrepasados por el esfuerzo y los duros golpes, y aunque lloran un poco, enseguida se sobreponen, y enjugándose las lágrimas siguen con su tenaz empeño: jugar hasta el final.
Su pelota de rugby habla a veces, y les anima a correr rápido con ella, que es lo que más le gusta. Aunque parezcan una pandilla de rebeldes, en el campo de juego siempre se portan de maravilla.
Así lo hicieron en Boadilla del Monte, cuando fueron a cazar balones, y jugar con chicos de todos los rincones. En una ocasión casi le pegan fuego a Puçol, junto a sus amigos de la Vila.
El final de la temporada se acerca, y se preparan para el terrible asalto al castillo.
Y entonces llega ese día lluvioso y fantasmal, donde todos los jugadores iban a medir sus fuerzas, para ver quien era merecedor de la soñada medalla de oro.
Los verdes, aventureros y curtidos en mil batallas, jugaron contra el CAU. Y los blancos, jóvenes e intrépidos contra les Abelles.
El equipo verde se presentó, con su capitán Alex al frente, dispuesto a no ceder ni un palmo de terreno. El partido ya comienza a un ritmo trepidante, y las fuertes defensas sobresalen de inmediato. El CAU recupera el balón y corre con ganas. Pero cuando los verdes se sacuden la presión, corren y mueven el balón con velocidad endiablada. Arnau, Luis y Gonzalo son los primeros en abrir brecha, como charnela atacante y rompedora. Pero para definir las jugadas con estilo y desenmarañar el juego aparecen como exhalaciones Alex, Mario y Vicente (autores de 4 ensayos). Luego en la labor de apoyo, en la ayuda defensiva están David y Bruno. Y si la contienda se atasca, y hay que capturar balones siempre aparecen Juancho, Pau y Manu.
Con un 4-2 a favor, hay que seguir, ahora toca les Abelles, otro duro contrincante. Otro partido de gran intensidad, les Abelles, con su potentes jugadores se lanza en tromba a por el partido. Pero los verdes resisten bien el empuje contrario, y responden con rapidez y astucia. El correoso duelo acaba en tablas, que siempre saben a poco.
Mientras el equipo blanco ha librado su partido más épico de la temporada. Este grupo de audaces se enfrenta, capitaneado por Nacho, contra el potente equipo de les Abelles. Hoy nadie se ha escondido, nadie ha dado un paso atrás, nadie ha bajado los brazos. Estos chicos sabedores de sus limitaciones han porfiado hasta el final. No han cejado de correr, de pelear, de placar y sobre todo de recibir golpes con resignación, y de intentar devolver el doble. Y no contentos con tener que defender su bastión con honor, entre todos, porque fue una jugada colectiva, su capitán Nacho, a pase de Axel, conseguía el ensayo más bonito de la mañana.
Asier corrió, salto, rebotó, lo intento de todas las maneras, luchó como un león. Axel y Didac estuvieron presentes en todas las acciones, así los golpes les hicieran saltar las lágrimas. Germán persiguió sin descanso al contrario sufriendo la contundencia de los empellones sin doblegarse. Tesón, valentía, arrojo volvió a demostrar Gonzalo chico; Guillermo, siempre bien colocado, juega cada vez mejor. Ximo se erigió en ese gigante bonachón que arrastra al equipo, y cuenta a los contrarios mientras los elimina en el camino; y Oscar no se fue al banquillo de tapadillo, aguanto como un valiente todo el partido. La amazona Elena se contagio del espíritu de lucha de sus amigos, y Carlitos sabe mejor que nadie lo importante que es el balón, y hace mucho y bien para procurárselo.
Y para dar más chispa y alegría al juego en el segundo encuentro contra el CAU, se unieron los pequeños linces: Pablito, Hugo, Héctor el Botitas y Alejandro Remolino. Y no sé si será por su presencia que nuestros jugadores redoblaron su entrega: Ximo consiguió un ensayo arrasando la defensa contraria; Nacho demostró su liderazgo marcando otro ensayo pleno de audacia y pundonor; y Guillermo al más puro estilo slalom cerró la cuenta para los blancos.
Finalizados los encuentros correspondientes (tras un poco de Papás versus chicos), los jueces debían dilucidar sobre el resultado de la competición. El veredicto fue claro e inapelable: todos los jugadores se merecían la medalla de oro. Todos son campeones, tanto para sus entrenadores, como para sus Papás. Los verdes por su calidad y su entrega en el juego, los blancos por su atrevimiento y dura brega.
Este equipo de jabatos del RCV, forjado en lo más ardiente de la batalla y con los más estrechos lazos de la amistad, se lleva el mejor premio: la admiración y el cariño de todos los aficionados al balón ovalado.
Y recordad el rugby es: Pasar, apoyar, placar, marcar, empujar, correr, respetar, aguantar, perder y ganar, y sobre todo JUGAR.
¡Y a entrenar duro chicos!