Crónica M-8. 16-02-013.

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¡Al abordaje! (Piratas de la Vila).

Buenos días desde la máquina de pergeñar crónicas. Entre las brumas matutinas avanza imponente el bergantín Tecnidex, que sin bandera y con las velas medio recogidas, emprende rumbo al sur. Y tras dejar el golfo de Valencia, doblar el cabo de la Nao, y pasar ante el peñón de Ifach, su tripulación atisba en lontananza al abrigo del illot de Benidorm, la playa de la Vila Joiosa: lugar elegido para desembarcar furtivamente.
En la nave, comandada por el gran capitán Víctor el Mudo, esperan ansiosos una banda de malvados piratas a las órdenes del contramaestre Albert el Flecha, y acompañados de un nutrido grupo de viejos lobos de mar y seductoras sirenas. Los belicosos piratas están decididos a tomar por sorpresa la guarida secreta de los berberiscos piratas de la Vila, junto al pantá d’Amadori.
En pequeña avanzadilla han llegado a la orilla solitaria del embalse: Bruno el capitán Araña; Germán el Sanguinario; Pau y su amigo Héctor, los Piratas Chalados; y Arnau el Terror de los Mares. Observan con gran curiosidad a los piratas de la Vila, están jugando, pero no a los dados, ni a las tabas, tampoco lanzan cuchillos, ni hacen carreras de cucarachas, ni el dibujo de la tortuga o nudos piratas; están jugando con una pelota ovalada: corren, se la pasan y se abrazan. La mayoría de nuestros amigos que han confraternizado con corsarios ingleses, saben que este entretenimiento es el juego del rugby.
A los piratas que les gusta más jugar casi, que pelearse o emborracharse, les entusiasma la idea: les pedirán partido, y jugarán de matute. Mientras el gran capitán pone orden entre sus filas, algunos piratas no han respetado el código de honor: se han peleado entre ellos, y por eso serán castigados con el abandono en una isla desierta, con latigazos en la espalda, o aún peor estarán una semana sin jugar.
Kiko el gran capitán de la Vila desconfía de las oscuras intenciones de estos piratas chiflados, pero al fin accede a una pequeña tregua para jugar al rugby.
Asier el Temerario, y su hermanito el grumete Héctor saltan de contentos; y Mario el Bucanero Volador, junto al Príncipe Pirata Gonzalo ya se preparan para la escaramuza. Alex el Tigre aparece con el cuchillo entre los dientes; y Vicente el Capitán Centellas acaba de mandar de una patada el balón por encima de los palos, pero no los del barco por supuesto. Emi el tiburón carga con toda la artillería: pólvora, hachas, pistolas, sables y cuchillos. Axel el Dandy Pirata, es un joven aristócrata que por amor y despecho se enroló en la piratería; y Juancho el Pendenciero, más vale que no te cruces en su camino.
Pero entre toda esta enloquecida banda de filibusteros los peores son sus jefes: el gran capitán Víctor el Mudo, patituerto gafotas, peor que un dolor de muelas, que gusta izar la bandera roja que significa sin piedad; y el contramaestre Albert el Flecha, un feo pirata pelón y pedorrero.¡ Qué se puede esperar de un grupo de piratas capitaneados por tan ruines y groseros jefes!
Entre gritos y carreras empieza el juego. Los piratas de la Vila, que lucen en su mayoría casco de guerra, son buenos adversarios corajudos y peleones. A los ataques furibundos de los vilenses responden con bravura Vicente y Alex, fuertes y acelerados. Asier tiene muy claro que con o sin balón no le apresaran con vida, y su hermano el grumete Héctor intenta siempre pescar la pelota. Pau roba todos los balones que puede y da buena cuenta de ellos; y su amigo Héctor que acaba de descubrir este juego parece disfrutar del invento.
El ritmo y la intensidad crecen, a la par que las carreras y los placajes se suceden sin descanso; los piratas se refrescan y de nuevo se lanzan ¡al abordaje!, como tigres salidos de una jaula.

Emi cada vez que carga se lleva alguno por delante, y si tiene que pararlos no escatima en esfuerzos. Si hay que poner orden y dar ejemplo los primeros son Arnau y Gonzalo. Germán piensa que los piratas son tontos, y se va a alistar en la legión extranjera. Axel y Juancho están dispuestos a demostrar su valor, y parecen poseídos por el espíritu de Barbanegra. Entre el juego alocado y bravucón de la piratería siempre luce con esplendor Mario el Bucanero Volador. Y subido en lo alto del palo mayor de la cancha, Bruno junto a la bandera negra observa hoy el juego.
El partido pasa de pequeñas trifulcas a una batalla campal sin cuartel, sin orden ni concierto entre todos los piratas, donde sin embargo se ven las mejores jugadas colectivas de la mañana, tan espectaculares y sobrecogedoras entre gente de esta catadura.
Suena el silbato final, y por sorpresa en vez de pasar a las manos, los piratas se saludan se felicitan en buena armonía, y se van juntos a dar buena cuenta del tercer tiempo.
Para terminar la jornada, después de citarse de nuevo en las próximas trobades autonómiques con los amigos piratas de la Vila, los piratas del Tecnidex comen juntos en la playa. Pero que diferencia entre el menú que tomaban sus jefes: carne o pescado en salazón, sopa de tortuga, galleta seca con vino y ron. Ahora degustan patatas fritas, pizzas y hamburguesas con bebidas refrescantes y helados, no es comida para gente de mala calaña.
Rebozados de arena los más, y algunos remojados, regresan a su nave. La tripulación canalla, junto a los capitanes, los lobos de mar y las encantadoras sirenas sueñan en la proa del barco con nuevas aventuras, allende los mares de aguas procelosas. Y ponen rumbo a Valencia por un mar teñido de sangre bajo la luz crepuscular. Desde lo alto de la cofa se oye la voz ronca del fantasma de Pata de Palo: ¡A entrenar duro piratillas!