Crónica M-8. 1-12-2012.

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A mí Papá le gusta el rugby.

Buenos días desde la máquina de pergeñar crónicas. Hoy es sábado, y Pepito se ha levantado el primero en la casa, tiene partido de rugby, y se va a Moncada. Sin hacer ruido, para no despertar a su hermano pequeño, ha estirado las sábanas y la manta, y ha hecho, más o menos su cama. Después ha puesto la mesa para el desayuno. Entonces sus Papás han salido de su cuarto: -Pepito son las ocho ¿qué haces levantado?
-Es que tengo que desayunar bien antes del partido, me lo ha dicho Albert. Albert es su entrenador, y siempre les dice a los niños que desayunen muy bien antes de los partidos, para correr muy deprisa, sin cansarse. Pepito no sabe que también hay que hacerlo antes de ir al cole. Pero claro, el rugby es más divertido que ir al cole. Antes de que su Mamá le avise, Pepito ya está preparado con su equipación y sus botas de tacos.
Ya van de camino a Moncada, mientras Pepito y su hermanito miran, la nariz pegada a la ventanilla del coche, el desfile de casas y árboles.
Han llegado los primeros, no ahí está Héctor, con su Papá, deseoso por empezar. Y se van tras sus entrenadores, hace frío esta mañana, y los niños esconden sus manos en los bolsillos, mientras van llegando sus amigos.
Alex y Arnau ya están preparados para el desafío de hoy. Y Asier, Bruno y David parecen un poco dormidos. En el polideportivo de la Pelosa los chicos entusiastas del balón ovalado se agolpan, hoy se celebra la segunda jornada de la Trobada Autonómica de rugby, y acuden muchos jugadores de todas las categorías y de varios lugares. A Didac le acompaña su hermanito Hugo, y su amigo Bosco que también quiere participar; Emi ya llega pertrechado con su caso protector, y Germán no pierde la ocasión para subirse en el ariete. Gonzalo y Mario, que no son primos aunque lo parece, calientan con el balón, junto a Guillermo y Juancho. Nacho y Pablito son una fraternal pareja también en el terreno de juego.
Víctor organiza a los chicos en dos equipos, hay que separar a Carlitos y Curro, que siempre andan a la gresca, la competición va a empezar. Luis y Manu, en cuanto se han despojado del abrigo, ya están corriendo tras la pelota. Pau, siempre tan curioso, pregunta contra quien van a jugar; y Ximo ya repone fuerzas antes de empezar.
Los dos equipos se enfrentan hoy al C.A.U., el Tatami Montcada y la Vila, tres duros contrincantes, tres reñidos encuentros.
Estos chicos, aunque parece que no se aplican en los entrenamientos, en los partidos todos juegan de maravilla. Los entrenadores piensan que, a pesar de todo, su trabajo da sus frutos. Pero deben tener un secreto para salir al campo y hacerlo tan bien. Antes de empezar los partidos, los chicos siempre se acercan a sus Papás, y ellos les dicen unas palabras de ánimo que tienen efectos mágicos.
Los Papás son sus mayores admiradores, siempre están pendientes de las buenas jugadas, y los tropezones, animan sin parar, y acuden en el descanso con el agua y las galletas energéticas. Si el ánimo flaquea, de nuevo las palabras mágicas surten efecto, y los chicos redoblan el esfuerzo.
Pepito lo sabe bien, y siempre busca con la mirada a su Mamá y su Papá, que con gestos y voces le animan en el partido. Otros amigos de Pepito acuden con sus abuelos o sus tíos, que también son amantes del balón ovalado.
Hoy los chicos están contentos, los partidos resultan muy divertidos y además están ganando, sonríen de alegría, aunque siempre lo hacen, pues lo que más les gusta es jugar y divertirse.
Para los más jóvenes e inexpertos, todo pasa muy deprisa en los partidos, y es un poco confuso, pero con el apoyo de sus compañeros más mayores, cada vez se lo pasan mejor jugando al rugby.
La jornada llega a su fin, Pepito se despide de sus compinches, y de algún nuevo amigo que ha hecho en los otros equipos. Antes de abandonar el campo de juego sus entrenadores le dicen lo bien que ha jugado hoy, Pepito mira de reojo a sus Papás que le guiñan un ojo, y hacen gestos de aprobación.
Pepito está contento, y piensa que faltan demasiados días para volver a jugar con sus amigos al rugby. Pero su Papá le recuerda, al oído, las palabras mágicas: ¡A entrenar duro chicos!