Crónica jornada final autonómica 17-05-2014

Archivos

Archivos

Buscar

Buscar

¿Quién se lleva la copa?

Buenos días desde el ingenio de la historieta. Finalizada la última jornada de competición de esta temporada, retumbaba en mis oídos una pregunta con insistencia: ¿quién se lleva la copa? Si fuéramos brasileños hubiera cantado eso de: A Copa do Mundo é nossa…, y con eso bastaría. Pero primero veamos como llegó a nuestras manos el preciado trofeo, y sobre todo quienes lo consiguieron.
Al principio, en la noche de los tiempos, reinaba el caos más absoluto (como casi siempre). La gente corría sin rumbo, había gritos alaridos, reyertas peleas, insultos desorden, ropa hecha jirones, caras sucias rastros de mocos, sollozos lágrimas, heridos de verdad otros en su amor propio, incluso muertos que reviven, en fin una hecatombe de las buenas, y todo por un balón ovalado de extravagante rebote, que todos llaman pelota de rugby.
Los nuestros que no temen ni a los gigantes ni a los ogros ni a las brujas y demás monstruos, se fueron alegres y confiados a Cullera, en busca del Santo Grial del rugby. Alí se unieron a otros caballeros, los amiguetes de la Vila, además de los Cullerots, Tavernícolas y forzudos Alcireños. Y ya encontraron la primera pista para alcanzar el fantástico Tesoro.
Cuando la luna le ganaba la partida al sol, en otra aventura solsticial, se disputo con afán el siguiente paso hacia la gloria contra Tatami, San Roque y Moncada. No era un camino de rosas, y en una Tavernes de la Valldigna futurista volvieron a unir fuerzas en la búsqueda más arriesgada.
Con la primavera a las puertas se fueron a la Vila Joiosa, acogedora villa marinera, donde se batieron entre otros con las abejas del rugby, un duro y noble rival. En una carrera llena de obstáculos, ya se acercaban los buenos caballeros a la meta final, había que salvar un último escollo, en el vergel de l Horta Nort, y superada la prueba solo quedaba recoger el premio en las Cuatre Carreras: el brillante copón de oro.
En una soleada mañana de primavera, en un campo bullicioso, nueva demostración de toma el balón y corre, con ese elegante estilo basado en el fortiter et suaviter. Y con la medalla del éxito colgada del cuello, todos van a recoger el reluciente galardón, que entrega un gorila.
Este fue más o menos el atribulado camino de la conquista del Santo Grial del rugby. Pero detrás de este premio final, hay unos jóvenes guerreros, unos valientes atletas del balón ovalado, entrenadores de pelo en pecho, y sobre todo las personas más necesarias: los Padres.
Si acabada la temporada, el desorden galáctico, surgido del big-bang oval, pervive como una ascua incandescente, las ganas de correr con el balón y divertirse han ido en aumento, y los lazos de amistad, forjados a base de golpes, se han hecho más fuertes.
Aquí están los protagonistas, una larga lista de deportistas que empieza así:
Gonzalo Cotter, nuestro jugador anglo argentino, rubiales de exquisita técnica y buenos recursos tácticos, juega como el león británico con estilo latino. Perseverancia, juego riguroso, omnipresente en el campo, Luís Cholbi, si no alcanza más es porque no puede llegar. Pau Gonzálvez es un despierto jugador, que se adelanta a la jugada con su intuición y astucia. Revolucionario en el juego y sufrido encajador, Arnau de la Cuadra siempre alerta. Alex Verde es un competidor pleno de arrojo y determinación, nunca falla a su equipo. Aquejado, como los poetas románticos, de melancolía, Quique Pérez-Laorga no ha dejado de apoyar a sus compañeros. Si alguien merece el apelativo de Principito del ataque, ese es Mario Orzáez, y también valeroso defensor que goza de una pléyade de admiradores. Vicente Ricós es un jugador eléctrico, rápido y con chispa que contagia con su juego, a todo el equipo. Díscolo jugador de cabello encendido y sonrisa de pícaro, Ivanchut Gómez no pasa desapercibido. Matheo François insaciable en el terreno de juego, apasionado del balón, es referente del grupo por su valor y coraje. Sufrido tres cuartos de buenas hechuras es José María Rodríguez un noble jugador. Rubén Casero esconde esa bestia dormida, que solo surge a veces en el fragor de la batalla. De la nómina de jugadores a los que se les resiste el bote caprichoso del balón es Héctor Tajahuerce, que todavía se sorprende al descubrir que los demás son chicos como él. Del bosque encantado se escapó Carlos Berret, un duende atrevido al que le gusta la pelota, más que ver la puesta de sol bajo una seta. David Marco es capaz de hacer bailar al equipo contrario, con donaire, al son que le apetece. Aferrado a la pelota y encajando los golpes con resignación ahí está Sebas Ríos Mendoza, un enigmático luchador. Juancho Gil igual derriba un gigante, que se lanza sin temor al vació del ataque, y es capaz de ofrecernos las imágenes más enternecedoras junto a sus compañeros mayores. Desde el primer día Samu Aguilar le cogió el gusto a eso de toma la pelota y corre, con muchas ganas. Juan Manuel Borso di Carminati es un cadete jugador, que con paso firme jamás rehúsa el enfrentamiento cuerpo a cuerpo. Si le costó un poco tomarle el gusto al juego, ahora Artur Sanfeliu corre tras el balón hasta atiborrarse. Por fin Luisón Rullán se hizo visible, entre sus compañeros, y él mismo se asombra de lo que es capaz de hacer con el balón. Del elenco de campeones, sobresale Javi Navarro, nuestro capitán, jugador completo y referente protector del equipo. Juan Moya todavía sueña en correr como sus compañeros, pero no sospecha que la magia del oval alcanza a todos por igual. Guapo y sonriente, Manu Garrido se desmelena con el balón en las manos. Nuestro atleta superdotado Pablo Herrero, no necesita a nadie para fabricar excelentes jugadas, que culmina a grandes y plásticas zancadas. Sergio Rodríguez, la pequeña bestia, arrasa el campo de juego sembrándolo de contrarios que en vano intentaron frenarle. A Hugo Olmos le encanta hacer la tortuga arropado por el equipo entero, explosivo en el eje profundo del ataque. A lo largo de la temporada ha descubierto Mateo Urios lo mejor, el placer de disfrutar del balón en compañía. Quanto mi piace Daniele Lucchesi, un joueur épatant venido del misterioso continente. David Meis es revoltoso y alegre, pero nadie me negara que tiene arrestos para jugar al rugby. Atesora Héctor Gallego un potencial en su juego, que solo le falta demostrar más a menudo. Y el último en llegar, Pau Caballero, sin previa instrucción, se aplica con gusto a la esencia del rugby: correr, pasar y placar, ¡y de que manera!
Pero a este apresurado retrato del infante jugador, le falta lo mejor, pues todos han aprendido la lección: el jugador excelente, el más feliz es el que más se divierte.
El rugby es: pasar, apoyar, placar, marcar, empujar, correr, respetar, aguantar, perder, ganar, y sobre todo: JUGAR.
Y a pesar de todo y con todo Pablo, Vicente, Pepe y Albert os quieren.
Sigue entrenando con ganas, y sé fiel a tus amigos