El Bueno, el Feo y el Malo. (Tercera verbena autonómica de rugby).
“Un buen centro debe abandonar el campo con dolor de cabeza por lo que piensa, no con el cuerpo dolorido por los golpes”. Jo Maso.
Buenos días desde la máquina de pergeñar crónicas. Mi nombre quizá no les suene de nada, pero si les digo que soy el hombre que mató a Nigel Owens; supongo que el proceso está en el recuerdo de todos y que no necesitan mayores explicaciones sobre mi persona.
Antes de que yo me viera en esta delicada situación, mi camino hacia la perdición comenzó un sábado por la mañana en la 3ª verbena autonómica de rugby en Valencia.
Se celebraba en las 4 Cañadas una importante feria de ganado, y a la par se organizaban verbenas de rugby, donde la gente del hampa y la picaresca podían dar rienda suelta a sus más bajos instintos jugando al balón ovalado, sin que por ello fueran recriminados o peor aún arrestados.
Y allí que acudí con mis compinches: Jorge el Bueno e Iván el Feo, hermano de Pablo el Guapo, dos forajidos al más puro estilo Jesse y Frank James; tampoco faltaron a la cita los hermanos Ben Brahim y los Soler, salteadores de diligencias y bancos, imitadores de los Dalton; y los desalmados asesinos del balón: Fran, Ciru y Bruno. Allí se reunieron además la banda de malhechores de Kiko Bou y Jaume el Maleno, bandoleros de la Vila; la cofradía del Culo Gordo de Alzira; los piratas de Cullera; los cuatreros de Tavernes-la Safor; los salvajes indios de les Abelles; los forajidos del Tatami; o los desertores de la melé del CAU; y nosotros los tramperos del RCV LF Tec. También hicieron acto de presencia traidores del salvaje oeste, facinerosos con botas de tacos, asaltadores de la touche, pistoleros de gatillo fácil. Y los peores de todos, imponiendo su ley, los sheriff del juego limpio y los rangers del fuera de juego. En fin gentuza y canalla de todas las especies, aunque lleven como usted la chaquetilla azul de los soldados de caballería. Solo se salvan, a pesar de su mala reputación, las señoritas de vida alegre, asiduas del tercer tiempo.
Antes de empezar los partidos algunos calientan a porrazos en el saloon, a nosotros nos gusta más echar un trago en la barraca de la cerveza tejana, a otros en el chiringuito del bourbon, e incluso algunos en el carromato del elixir conocido como Coca-Cola.
Ese día jugamos un primer partido contra el CAU negro, bueno junto a Ciru y Bruno, nos dedicábamos a dirigir a nuestros pequeños amigos. Y Fran adiestraba, tras los palos una prole de tiernos cowboys del oval.
La consigna, en estos broncos partidos, era solo pegar patadas por debajo de la rodilla, y al principio endilgar unas buenas corbatas para marcar el terreno. Nada más empezar Nacho sale, sin encomendarse a nadie, como un cohete hacia la línea de marca, y ensaya a pares. A este juego de toma el balón y corre se unen con alegría Álvaro, máquina de placar todo lo que se mueve, y Pablo el Guapo, hábil corredor; pero sobre todo Jorge el Bueno haciendo maravillas por la banda derecha, side-step, rafutt, y para dentro. ¡Que carreras, que estilo! Si el juego se atasca un poco llega Ximo el Broncas, al que no se le resiste nadie.
Si el CAU fue digno rival, sin solución de continuidad, otro partido contra los duros forajidos del Tatami. Y aquí toma el mando Asier el atracador, con su repertorio de reversos y molinetes; le acompaña David un pistolero que no soporta la aviesa mirada del contrario. Y hay dos a quien les gusta correr aún sin montura para cazar la pelota, Axel y Luca, cowboys de jeans pitillo.
Después de dar buena cuenta del Tatami, llega sin respiro alguno el turno de los comanches de les Abelles, indios ecologistas con su hechicero Richie Abejita. Se presagia, sin duda frente a los valerosos y salvajes indios, un bronco partido. Para impartir justicia se solicita la presencia de un sheriff del juego limpio, amigo de Phantly Roy Bean “el juez de la horca”, que como él imparte la ley al oeste del Pecos. Efectivamente el partido es viril y duro pero siempre respetando las normas. Pero al cabo de unos cuantos intercambios de buenos golpes, Jorge el Bueno pisa a un pintarrajeado indio, cuando todo el mundo sabe que en la cancha todo lo que hay en el suelo es hierba. El sheriff de pelo cano es intransigente, ¡a la calle! Ni Rodrigo ni Iván Juan se desalientan por el contratiempo, y se enfrascan con ganas en lo más caliente de la pelea. Al poco Iván el Feo corta la huida desesperada de un indio semidesnudo con una bonita corbata de doble nudo, el sheriff no perdona ni siquiera la primera caricia, ¡a la calle!
A los míos nadie les humilla como a un perro, y entonces tomando el papel del malo, le apunto con mi Winchester 73, Ciru y Bruno echan mano a sus Colts 45, solo como aviso, pero él tan escrupuloso y tiquismiquis, me larga de la cancha y suspende el encuentro. ¡Vaya decepción! con lo bien que nos lo estábamos pasando.
Pero bueno todavía nos queda un partido contra el CAU rojo, y aquí aparece Juanita Calamidad para poner, es un decir, orden en el juego. Con esta juez de campo más bien suele reinar la confusión y anarquía en la cancha, cosa que los jóvenes cowboys del oval aprecian con gusto; sobre todo Marco Disanto y Rafeta que pueden hacer de las suyas a tutiplén; a estos dos se une a toda prisa Marco Ben Brahim. Para acabar la competición que mejor que jugar sin reparos al estilo villano como en las peloteras de taberna o los duelos OK Corral. Esto les gusta a Fran y Franky, y a Germán casi tanto como el tercer tiempo. Oscar, que ha visto los toros desde la barrera, aplaude ante tamaño espectáculo.
Sucios, molidos a palos acuden a la barraca del tercer tiempo adonde reparten bocadillos rancheros y zarzaparrilla; algunos indios prefieren entrar en el bar y emborracharse, mientras en el piano suena los acordes de “Hoe Down”.
Y regresamos a la ciudad sin ley, inmunes al escarnio y el menosprecio, con dolor de cabeza, más que de piernas, felices y contentos.
¡Entrena con ganas, y sé fiel a tus amigos!
Ensayadores: Nacho (4), Álvaro (10), Pablo (3), Asier (8), Rodrigo (2), Jorge (4), David (2), Ximo (1), Luca (1).
Muchas gracias a todos. Entrenadores S-10.