Crónica viaje a Boadilla. 11-04-015.

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A Juan Bobo también le gusta el rugby.

Buenos días desde la máquina de pergeñar crónicas. Según el escritor francés Jean Giraudoux, “un equipo de rugby consta de quince jugadores, de los cuales: ocho son fuertes y activos, dos ligeros y astutos, cuatro de buena envergadura y rápidos, y por último el zaguero que es modelo de flema y sangre fría. Sin duda la proporción ideal entre hombres”.
Nuestros quince amigos no son hombres todavía: David Marco, Guille, Pau Gonzálvez, Marc, Gonzalo, Oscar, Juancho, Alex, Héctor, Pau Caballero, Axel, Asier, Luisón, Germán y Vicente, sino más bien muchachos, como ese muchacho de Boadilla del Monte al que llamaban Juan Bobo. Como no le gustaba que llamaran Juan Bobo, un día mató un toro para invitar a todos a una comida y de resultas de eso le llamaron Juan Bobazo.
En vista de lo cual, cogió Juan Bobo la piel y se fue a venderla a Madrid. Cuando llegó a Madrid, hacía tanto calor que se echó al pie de un árbol y se tapó con la piel. Y sucedió que vino un cuervo a picarle la piel mientras echaba la siesta y Juan Bobo lo atrapó y se lo guardó. Luego fue y vendió la piel por siete euros. Y después de todo esto, se llegó a la fonda y encargó comida para dos.
Entonces Juan Bobo fue y puso tres euros disimulados junto a la puerta principal, y lo mismo hizo en la escalera con otros dos euros, y lo mismo otra vez al final de la escalera. Hecho esto, se sentó a una mesa y esperó a que le sirvieran; pero no le atendían porque creían que esperaba a su compañero.
Al fin se cansó de esperar y dijo: -¿Es que no me van a poner la comida?
Y le respondieron que estaban esperando a que llegara su compañero para servirle.
Y dijo él: -Mi compañero es este cuervo.
Los posaderos, intrigados, le preguntaron: -¿Y qué oficio tiene el animal?
Es adivinador –dijo Juan Bobo- y adivina todo lo que usted quieran saber.
Entonces le pidieron que adivinase algo y Juan Bobo le pasó la mano por el cuerpo de la cabeza a la cola y el cuervo dijo: ¡Graó!
-¿Qué es lo que ha dicho?-dijo la posadera.
-Ha dicho –contestó Juan Bobo- que en la puerta principal hay tres euros.
La posadera fue y rebuscó por la puerta hasta que encontró los tres euros y, maravillada, volvió y le dijo a Juan Bobo: -Véndame usted el cuervo.
Pero Juan Bobo, sin contestar, volvió a pasar la mano por encima del cuervo y éste dijo: ¡Graó!
-¿Y ahora? –preguntó la posadera- ¿Qué es lo que ha dicho ahora?
-Ha dicho –contestó Juan Bobo- que en la escalera hay dos duros.
Allá se fue la posadera y los encontró en seguida. Y volvió de inmediato, aún más maravillada y le dijo que tenía que venderle el cuervo. Pero Juan Bobo, sin decir nada, volvió a pasar la mano por el animal y éste volvió a decir: ¡Graó!
La posadera quiso saber qué había dicho esta vez y Juan Bobo le contestó que eso quería decir que al final de la escalera había dos euros más. Y como fuera y los encontrara, la posadera le dijo: -Pues me tiene usted que vender ese cuervo, que yo le daré por él lo que me pida.
Juan Bobo le dijo que se lo vendía por cinco mil euros; y dicho y hecho: se las metió en la bolsa, dejó allí al cuervo y se volvió para su pueblo. Conque llegó al pueblo y mandó avisar a todo el mundo y cuando estuvieron presentes, llamó a su mujer y le dijo que extendiera su delantal y en él echo los cinco mil euros diciendo que eso lo había sacado de vender la piel del toro en Madrid.
Todos los vecinos, al ver esto, mataron sus toros, les sacaron las pieles y se fueron a Madrid a venderlas y resultó que, tras haberlas vendido, apenas si les dio para pagarse el viaje. Y todos volvieron muy enfadados al pueblo diciendo que iban a matar a Juan Bobo. No le mataron, pero se metieron en su casa y se la cagaron toda de arriba abajo.
Al día siguiente, Juan Bobo fue y reunió toda la mierda en un saco y se fue a Madrid para venderla. Llegó y dejó el saco en el patio de un establecimiento mientras se iba a cumplir otro encargo y, mientras tanto, entró una piara de cerdos en el patio y se comieron toda la mierda. Cuando Juan Bobo volvió, les dijo a los amos que sus cerdos se le habían comido todo lo del saco y que aquello valía mucho; y ya estaban por pasar a mayores cuando, por una mediación, se avino a aceptar cinco mil euros por la pérdida del saco y se volvió al pueblo.
Conque llegó al pueblo y mandó tocar las campanas para que viniera todo el mundo y así que estuvieron todos presentes, volvió a llamar a su mujer y volvió a echar en su delantal los cinco mil euros diciendo que aquello había sacado del saco de mierda en Madrid.
Todos los vecinos, al ver esto, reunieron toda la mierda que pudieron encontrar, la cargaron en sacos y se fueron a Madrid a venderla. E iban por las calles pregonando que quién quería comprar mierda hasta que unos guardias los detuvieron y les dieron una buena paliza. Y todos se volvieron al pueblo jurando vengarse de Juan Bobo.
Juan Bobo se escondió para que no le hallaran y entonces los vecinos decidieron quemarle la casa. Pero Juan Bobo recogió las cenizas y anunció que se iba a venderlas a Madrid. Nada más llegar, puso en la boca del saco, mezcladas con las cenizas, unas alhajas de su mujer y se sentó en un banco; en esto pasó un señor y le dijo:
-¿Qué es lo que lleva usted ahí en ese saco?
Y Juan Bobo le dijo que llevaba muchas alhajas metidas entre la ceniza para que no se le echaran a perder. Y el señor le compró el saco por cinco mil euros.
Total, que volvió al pueblo, reunió a todos y echó otros cinco mil euros en el delantal de su mujer diciendo que eso le habían dado en Madrid por las cenizas. Entonces los vecinos fueron, quemaron sus casas y sed marcharon a Madrid para vender las cenizas; y como no vendieron nada, se volvieron todos diciéndose que esta vez matarían a Juan Bobo.
Le cogieron y le metieron en un saco con la intención de tirarle al río. Y como tenían otras cosas que hacer, ataron el saco a un árbol cerca de la orilla con la idea de volver para tirarle al río apenas terminasen sus tareas. Y allí donde quedó atado y dentro del saco, Juan Bobo empezó a gritar: -¡Que no me caso con ella! ¡Aunque sea rica y princesa yo no me caso con ella!
Acertó a pasar por allí un pastor con su rebaño y al oír las voces de Juan Bobo le dijo que él sí que se casaría con una princesa guapa y rica y entonces Juan Bobo le dijo que allí estaba esperando a que lo llevasen con la princesa y le propuso cambiar de lugar. Así que el pastor desató a Juan Bobo y se metió él en el saco y Juan Bobo se marchó con las ovejas.
Volvieron los vecinos y echaron el saco al río. A la vuelta, se encontraron con Juan Bobo que venía con las ovejas y le dijeron: -¡Pero, bueno! ¿A ti no te hemos echado al río? ¿De dónde vienes, entonces, con las ovejas?
Y les respondió Juan Bobo: -Es que el río está lleno de ellas. Y si más hondo me llegáis a echar, más ovejas hubiera encontrado.
Los vecinos que le oyeron volvieron al río y empezaron a tirarse al agua, y cada vez que uno gorgoteaba al ahogarse los demás le decían a Juan Bobo: -¿Qué dice? ¿Qué dice?
Y Juan Bobo les contestaba: -Que os tiréis, que hay muchas más ovejas.
Y todos se tiraron al río y se ahogaron.
Y luego Juan Bobo se fue al complejo deportivo municipal a disfrutar de los partidos de rugby del X torneo internacional de escuelas de rugby con sus amigos del RCV Liceo Francés Tecnidex, que junto a los chicos del VRAC, el Salvador, Olímpico Pozuelo, Cisneros, Getafe, Quijote, US Tyrosse y Tasman RB, se lo pasaron en grande jugando a lo que más les gusta, correr con el balón ovalado, por el monte de Boadilla.
Y recuerda como dice Juan Bobo: ¡Entrena con ganas, y sé fiel a tus amigos!
Muchas gracias a todos los que viajasteis con nosotros.