Una temporada en fuera de juego XX

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Ocurrió el día de su décimo aniversario. Habían llegado al campo en bicicleta siguiendo a contracorriente el antiguo cauce del río Turia. Tom parecía no tener mucha prisa, Jim había soltado la mochila como si le picara y con el casco sin abrochar y mordiendo el bucal ya perseguía a Liam que corría tras Ricardo que a su vez quería hacerse con el balón que escondía Alejandro Benedito. Javi Castelló se ataba las botas por tercera vez, y llevaba los pantalones al revés, pero eso que importaba.

La mañana olía a tierra mojada y hierba cortada al bies; las voces trasparentes de los niños olían a salitre y el piso quemaba como la arena caliente un mediodía de verano en la playa. Jim estaba calentando con su equipo y ya ansiaba en que comenzase el partido, ya se veía el primero para recibir el pase que inicia el encuentro, ya había elegido el hueco por donde escapar, ya corría más que nadie y los defensores estiraban en vano sus brazos para frenar su carrera desesperada. De repente el camino al ensayo se abría de par en par, franco, y liso como un sol de primavera…
-Jim, Víctor y Paul os quedáis en la banda, y atentos para los cambios- les avisa Patri.

Decepcionado Jim se volvió hacia el campo contiguo y vio a Tom, espero una noche entera a que sus miradas se cruzasen y entonces cerro los puños y agito los brazos, Tom le señalo con el dedo índice y le guiño un ojo. En el partido se jugaba una melé, el balón salió a trompicones de los pies del talonador, Héctor abrió rápidamente sobre Luis, este milagrosamente no se lo trago y puso en juego a todo el equipo avanzando en el eje, casi sobre el contacto descargo el balón a Mauro y este en el mismo movimiento se lo dio a Tom que llegaba a la carrera. Y aunque la pelota le cayó en las manos como si se le hubiese caído el alma a los pies, salió como alma que lleva el diablo por la banda. Ya venían a cerrarle el paso a toda velocidad y cambió bruscamente al interior y cogió la defensa a contrapié. Cuando intentaban rehacerse y cortarle la huida, Tom cruzó las piernas dibujando un escorzo imposible y escapó por el hueco cristalino, sin que nadie pudiera apenas rozarle, delante de sus ojos el campo se hizo grande, ancho, gozoso y el sol lució más brillante. Cuando Tom posó el balón tras la línea, Jim salto y grito loco de contento.
-Vamos Jim deja de hacer el cabra que vas a salir.

Esa mañana Jim se encontraba más que como pez en el agua, como cabalgando un pez de reflejos dorados en un atardecer de plástico fino. Siempre se le veía en primera fila presionando vorazmente como sus compañeros, apretando, apremiando, sujetando todo lo rojo y negro que se intentaba mover. En ataque, ¡ay! en ataque su ansia de alcanzar tierra prometida le llevaba con gran impulso poco más allá de sus narices. Jim no posee una intuición azul, ni la paciencia de esperar el momento y calcular con precisión matemática la ocasión; pero es tenaz, perseverante, solidario. En un lance casual Sergio Puerta le asistió y Jim persistió, le pararon en seco pero, luchó y no soltó la pelota, y al instante sintió el hombro amigo de Bruno que le empujó sin destino. Alguien pidió el balón atrás y Jim lo libero, en cuanto salió del barullo persiguió la pelota en el movimiento lógico del ataque, y tras el apelotonamiento espontáneo que se formó alrededor de Álvar a un metro de la línea de ensayo, el balón quedó franco, dulce, apetitoso, lo agarró con fuerza, recibió un golpe, dos, tres… pero el solo veía la zona de marca y en ella se desmoronó. Más contento que unas pascuas regresó Jim a su campo con el balón bajo el brazo. Tom salió a su encuentro y le choco la mano. Hoy habrá tercer tiempo como siempre, pero eso solo importa si en el terreno de juego te lo has ganado como Tom, Jim y sus compañeros.

Unas horas antes bajo un cielo de cabrillas moteado el grupo rebelde del LF se aventuraba tras los palos en 4C con Dani, esta mañana desertor del barbecho, así que mejor ocasión para empinar el cachirulo y montar un partido de imposibles contra improbables. Unos minutos de juego guerrillero donde se intercambian sin compasión mojicones a voluntad y carreras gratis de ida y vuelta. Donde el divertimento es engullido a puñados sin la menor regla de urbanidad y cortesía. Y todos sin demora a disfrutar un rugby de más quilates como es el de los cadetes y juveniles del RCV.
Un rumor que llega del obsoleto fax despierta al inspector Jem Mackie, se levanta sorprendido y se acerca al aparato, arranca la hoja impresa. Cuando se dirige de nuevo a su mesa se gira bruscamente y observa sin sorpresa que el telefax está desconectado.

Continuará (…)

Albert