Una temporada en fuera de juego XIII

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Como el príncipe Hamlet, por las murallas del castillo de Elsinor, siguiendo al espectro del difunto rey de Dinamarca, escoltaba yo al aparecido Juanjo camino de Paterna, mientras en mi cabeza sonaba el segundo movimiento  de la novena sinfonía de Beethoven. Y ustedes no saben lo que es encontrar el camino tortuoso que conduce a Paterna, ese pueblo está más lejos y perdido que el puto desierto de Exopotamia. Una vez conseguimos arribar al polideportivo dimos varias vueltas para no aparcar junto a la tapia del cementerio, no es que seamos supersticiosos pero ya no es día de difuntos, ahora es carnaval. A esa hora en el polideportivo había menos actividad que en el campo santo de al lado. Poco a poco fueron apareciendo los chicos de todas partes con sus padres; Tom y Jim junto a Ibu fueron los más madrugadores. En cuanto sospecharon que llevaba un balón en la bolsa se hicieron, previo permiso, con él y arrearon a jugar al campo de fútbol. A la primera de cambio ya habían encalado la pelota en las catacumbas, y eso que estaban avisados. El culpable se delató pronto, traicionado por las graves consecuencias que Juanjo les había dicho que comportaría la pérdida del balón. Y yo que pensaba que Jim era un buen chico, y resulta que es un maldito psicópata; como dice Juanjo son un auténtico ejército de psicópatas; si para Sabina y Patri son dulces angelitos, para Mc Iñigo una banda de guerrilleros y para los hermanos Tonetti unos colegas de la farándula; para Fran siempre serán unos irredentos gaznápiros. Dejémoslo en chinos diablillos.

Y de repente aquello se anima, los terrenos de juego se llenan de chicos retozones, impolutos árbitros, solícitos padres, entrenadores mandones y chusma como espantajos. Jota anuncia por megafonía el comienzo de las hostilidades, y el tiovivo del rugby empieza a girar, mientras en  mi cabeza sonaba el Trio op. 100 andante con moto de Schubert. Creo que esa mañana desayune los restos de la fiesta de Blas, porque en la trobada solo veía partidos de bella factura y jugadas realizadas con depurada y limpia técnica, rica y variada paleta de colores en el juego, grandes dotes de habilidad en la destreza del balón, arrojo y determinación en defensa, alta estrategia en el ataque. Sin embargo también oía a mí alrededor a Fran y Juanjo desgañitarse enviando órdenes confusas:

–  ¡Corre desgraciado, pero hacia delante!

–  ¡Pasa el balón, no a ese no, que es del equipo contrario!

–  ¡Pero bueno Pepito es ahora el momento de limpiarse las botas, tienes que introducir el balón en la melé!

– ¡Juanito suelta a ese chico del cuello que no te ha hecho nada!

– ¡Antoñito eso no se hace, ven a pensar en la banda!

– Pero si solo le he mordido un poco en la oreja.

–  Hay que esperar a que acabe el partido, Julián devuélvele el bocadillo a tu madre.

– Es que tengo hambre.

– ¡Pues te comes el balón!

– ¿Eso se puede comer?

– ¡Revolución, revolución queremos chutar a gol!

– Está claro que hoy me cargo alguno. Mientras sonaba en mi cabeza la Marcha Turca de Mozart.

Los de Xabía-Castelló no habían visto nunca  un corsario jugar al rugby, desde luego no a uno como Fernando Fernández haciendo avanzar a todo el equipo; ni tampoco a un corsario tan hábil y veloz como Luis, o un auténtico todoterreno, último defensor primer atacante como Jorge Herrero. Cuando los del Akra vieron saltar al terreno de juego leones hambrientos se quedaron de piedra, y además casi se quedan sin jugadores porque Jorge López se comió a tres de un bocado, es tan alto y tan fuerte. Algunos pedían clemencia pero David se revolvía furioso en cada lance; Adriana esperaba paciente su oportunidad y mientras a repartir balones. En el fondo del mar octopus vulgaris de vivos colores se las tenían con los de Alicante, Rubén robusto pulpo amigo de Bob Esponja usaba sus tentáculos para atrapar contrarios y asir bien fuerte la pelota; y María lanzaba chorros de tinta para desconcertar al rival; hábil en ataque y despistado en defensa es Pepe un molusco cefalópodo muy simpático. Los del Inter-Alzira, comandados por el valiente Guillem Piñana, pensaban que la estrategia de la muralla vale tanto para la defensa como el ataque, pero no sabían que a los bizarros mosqueteros les basta el ojo de un aguja para escapar al ensayo, así lo demostraron los mini jugadores Marquitos y Sergio Juan. Jorge Beta y Pablo administraron en pequeñas dosis sus balones, pero siempre lo hicieron con habilidad y buen criterio; y Octavio desmelenado en ataque fue pertinaz en defensa. Mientras en mi cabeza sonaba la Música Acuática de Händel.

Durante la trobada hubo equipos valerosos como Elche que se multiplicaron en el esfuerzo, otros, cuyo nombre no deseo recordar, desaparecieron por burdo encantamiento. A pesar de todo el lío que tenía en la cabeza, la trobada autonómica ha resultado todo un éxito, y nos lo pasamos en grande. En la próxima intentaremos jugar al rugby. ¿Por qué de eso se trata, no?

Continuará (…)

Albert.