Pulgarcito y el malvado ogro VIII – Crónica de los S10

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Sábado 15 de diciembre.

Cuando el invierno asoma sin disimulos sus patitas blancas, los chicos ya mudan a mocosos, y algunos numerarios empiezan a fallar. Hoy en el campo de la Coma, a estas cabecitas hueras el balón les olía a confite. Y esa misma mañana de dulces aromas me encontré al llegar al campo con Juanito, no sé muy bien qué intentaba hacer engarbolado en lo alto del extraño parque infantil pero… algunas cosas parecían ir bien, otras no tanto, pero sin duda esto podía empeorar a lo largo del día. Y efectivamente porque Juanito acabó cayendo de lo alto del artilugio recreativo y se rompió la crisma. Lamentó su mala suerte, pues para él se había acabado el partido sin ni siquiera empezar, pero aún desconoce que de un solo mal no se escapa: de la muerte.

Después de calentar en la espera de un palmo de prado, algunos parece que hubieran descubierto un país abrazando la pelota, otros viven, viven así y a lo lejos sus pases inciertos les persiguen como besos robados al alba de una jugada de tintes milagrosos. Pero algo más tendrán que hacer esperando ese balón deseado, hasta que llegue la noche o el día, y puedan escapar de su diminuto mundo. Los hay también que descubrieron en la pelota ovalada su primer amor, su juventud robada y pelean con ardor guerrero por conquistarla para siempre, pensando que su vida de verdad empezó el día de su primer contacto con el cuero ajustado. Y la pelota se deja querer sin trabas, pues sabe que cuando insistente suene el silbato, regresará al olvido de la saca, como mucho, se llevará alguna patada por el camino al vestuario, y no volverá a oír las voces alegres de los chicos hasta el martes.

En un cuarto de campo jugaba el equipo blanco con los Estudiantes del Siglo de Oro, esta mañana poseídos por el espíritu de la Navidad, de tal manera que regalaban el balón, y los contrarios también posesos lo devolvían incluso a veces con creces. Pero ello no afectaba a Marc García que confía en salvarse, pues sin cesar se esfuerza por ascender. En las mismas está Mateu que juega con las fuerzas oscuras que moran en su interior, pero que todavía por su inocencia no le llevan a asustarse de sí mismo; y a Axel sólo le faltó un instante para que su carrera desenfrenada muriera a las puertas de la gloria, pero entonces una mano amiga vino a socorrerle y entrambos llevaron el balón a ese lugar que sólo se franquea en casos desesperados.

En otro cuarto de campo y al abrigo de un sol otoñal jugaba el equipo naranja con el Paterna, equipo de jugadores desafinados porque en el pecho de los desafinados también late un corazón generoso. Con ajustada eficacia de legionario jugaron Víctor Serradell y Jaume a zoque y a te; y Noah con arrestos soñaría esa noche, en un sopor de naranjas amargas, con esa pelota que escapa sin solución como pasando en la nada. En la banda de todas las estrecheces y liberada del humo, Cuca observaba sobrecogida el violento baile, mientras los niños repartían caramelos a voluntad. Cuca mejor que nadie sabe que los chicos son animales bellos y tiernos que salieron de antiguas fábulas.

Cuando regresábamos a casa descubrimos con desagrado que no llegaríamos a tiempo de ver a Manu Ortiz asaltar con furor imposibles trincheras enemigas; o de divisar el empaque brioso de Rodrigo tras conseguir el ensayo; tal vez oír a voz en gritos pedir la pelota a Guillermo, en la confusión del equipo verde. O incluso oler en las marismas de 22 el reflejo acuoso del equipo azul… A pesar de todo a algún lugar nos llevará el viento.