Pulgarcito y el malvado ogro IV – Crónica de los S10

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Sábado 10 de noviembre.

El porche de los palos acogía a los primeros jugadores que llegaban a la carrera. Algunos ya capturaban un balón y chutaban al cielo gris donde la lluvia se asentó hace días. Y muchos estabais corriendo sin dirección firme y mirando arriba como esperando el maná; Juanito tú también mirabas a lo alto y no viste llegar a Javi a tu espalda, y rodasteis por el suelo en un madrugador tropiezo.
Juanjo reunió a la recua, Nico mayoral de fortuna esperaba órdenes, y Ángel ponía jerarquía en el corral. Alejandro Benedito llegó con retraso y cloqueando a la izquierda, le intercepté en la línea de cinco.
– Benedito, ¿por qué llegas tarde?
– Oh, entrenador lo siento mucho, pero no te vas a creer lo que me ha pasado, primero…
– Primero, vamos a ver qué es eso de entrenador, acaso no sabes cómo me llamo.
– Sí, sí pero es que primero…
-Muy bien Benedito cuéntame.
– Albert, esto, primero cuando fui a levantarme de la cama, no acerté con el lado bueno, caí a la izquierda. Al poner el pie en tierra pisé un caracol, que antes de palmarla me maldijo en nombre de Zeus. Luego no encontraba ni el bucal ni el casco.
– Tú desayunas con bucal y casco, ¿por qué habrás desayunado, no?
– Sí, no…en la cocina me encontré a mi hermano escondido detrás de la nevera, comiéndose los restos del cocido que yo me había guardado para el almuerzo. Entonces me entró tanta rabia que le salté encima, pero él se apartó de golpe, y caí por el hueco de la incineradora en casa de la vecina. Que como sospechaba mi madre es una bruja.
– Pero qué me cuentas Alejandro.
– Sí una bruja malísima. Intentó agarrarme del cuello, pero yo le di una patada. Entonces me pregunto qué es lo que hacía en su casa y cómo había entrado. Le dije que buscaba mi bucal y mi casco y que había entrado por el ojo de la cerradura. Entonces me dijo que le preguntara al gato, y el gato estaba sentado en el sillón y me miraba con sus ojos de gato.
– Ayer entré en tu casa después del entrene, y me comí tu bucal y tu casco – dijo el gato que maúlla.
En eso que el gato me enseña su culo y por el ojo del mismo asomaba el casco y el bucal mordido. Desde la ventana mi padre me llamó:
– No hay tiempo que perder, agarra el gato y ya le sacaremos lo de dentro aunque sea a hostias.
– Vale, veo que ya llevas el casco y tienes tu bucal, ¿y el gato?
Alejandro señaló su mochila que tenía en efecto un extraño movimiento contráctil.
– ¿Y la bruja?
– Mi padre le dijo que le concediera mi vida y mi libertad, y le estaría eternamente agradecido, pero se ha quedado con mi hermano en prenda, hasta que le devolvamos al gato. Mi madre se ha puesto como loca, y mi padre la ha tenido que llevar después al hospital.
– ¿Tienes que declarar algo más en tu contra?
– Sí, como el caracol me había echado una maldición hemos ido a visitar al oráculo de Delfos, y me ha dicho algo de un camión, pero como siempre no me he enterado muy bien de lo que dice.

Efectivamente en el primer partido con les Abelles naranja, Benedito atropelló a un pobre contrincante como si fuera un camión de cuatro ejes.
Qué más podemos contar de aquella jornada… Que Marc Trullenque descubrió en la primera carrera que existen pasillos interestelares al amparo de las líneas de touche; que Axel juega con el casco al revés, pero es diestro en el juego. Que a Rodrigo le tuvimos que hacer vomitar el balón dos veces; que Víctor Escalle es un inglés y de los buenos. Que Mateo Rosso larga en lunfardo con mucho juicio, o que Pepa la rana es un crápula desatado. Y que Pablo Vique se encontró, en las ruinas de una melé espontánea, una moneda de cincuenta y como no tenía bolsillos, se la puse a buen recaudo hasta el final del partido. Ah, y Javier Castelló se estrenó como referee y casi se armó un Dos de mayo.